class="contentpane"> Microalgas marinas, una salida rápida
Lunes, 30 de Noviembre de 2009 17:28
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El doctor José Luis Stephano Hornedo inició en junio su investigación para encontrar una vacuna contra la influenza A H1N1. Empezó antes de que llegaran a su laboratorio los 650 mil pesos que le entregó el Instituto de Ciencia y Tecnología del Distrito Federal para financiar la investigación. Pagó con dinero propio los primeros trabajos. Es con microalgas marinas, que para crecer necesitan agua, luz y fertilizante agrícola, como ese investigador busca la vacuna.


La microalga tiene la característica de contar con una gran biomasa, de la cual se pueden obtener 0.6 microgramos de vacuna por cada mililitro de cultivo. Cada mililitro de ese cultivo tiene hasta 20 millones de microalgas.  “Si hacemos un supuesto, que de nuestra vacuna se necesitarán 7.5 microgramos por dosis sin adyuvante (aditivo que ayuda a mejorar la respuesta a la vacuna) para proteger de forma permanente a una persona, y producimos 0.6 microgramos por mililitro de cultivo, con 12.5 mililitros de cultivo sería suficiente para vacunar una persona. Este volumen de cultivo se puede encapsular y suministrar via oral sirviendo de adyuvante la pared celular de la microalga”, explica.


El momento clave de la investigación
Un momento clave de la investigación llegará entre enero y febrero de 2010, cuando en el laboratorio se rompan las microalgas para contar con la molécula de la que se tendrán los antígenos para combatir al virus de la influenza A H1N1. Será en ese momento cuando se desarrolle la fase preclínica, es decir, con animales.


El proyecto “consiste en tomar el gen HA del virus el cual codifica proteínas (antígenos) en la superficie del mismo y que están involucradas en el proceso de infección. Ya se conoce la secuencia del virus, entonces al gen HA lo sintetizamos y lo insertamos en el genoma del alga para que exprese la misma proteína de virus.


La idea es que esa sola molécula tenga la propiedad de proteger contra la infección”, añade.
—¿Se ha logrado probar su efectividad o en qué fase se encuentra?
—No. El proyecto es a un año, es como lo propusimos al ICyT. Ya tenemos los genes y los estamos insertando en el alga; estamos en esa etapa. Lo que sigue es que una vez que insertemos, ahora que lo exprese la microalga de manera intracelular. Hay que romper la microalga para poder extraerlo y purificarlo, y luego hacer pruebas biológicas. Primero probaremos con ratones, serán todas las pruebas hasta llegar a la persona, para ver que proteja.
Luego agrega: “Otra ventaja de la microalga es que si el virus muta, dada la rapidez con la que se puede reproducir esa molécula en microalgas, nosotros podemos rápidamente modificar la secuencia y poder, otra vez, insertar la microalga y desarrollar otra vacuna rápidamente. El éxito del proyecto consiste en que el gen HA del virus se inserte de manera adecuada en la microalga”.
—¿Busca reproducir la molécula del virus?
—Exacto, podremos agarrar otras regiones importantes de las proteínas de matriz, de la neuraminidasa y de la región HA para hacer una quimera y poner la microalga y expresarla.
— ¿De esta molécula saldría la vacuna?
— Así es. Ya hay ejemplos de varias vacunas en las cuales pones sólo una molécula del virus, la pones en la persona y te protege, como la hepatitis. En ese caso no necesitas poner todo el virus inactivado, sino una molécula. Con eso es suficiente para inyectarte y protegerte.
—Hay países que dicen que ya tienen la vacuna. ¿Cómo considera que va su proyecto?
—Estamos empezando; ellos tienen toda la infraestructura, pero es muy novedoso lo que estamos haciendo. Ellos usan todo el virus completo, nosotros una sola molécula y esperamos que eso proteja; si tiene éxito produciremos rapidísimo y a menor costo que lo hace cualquier país.
— ¿Qué tan rápido podría producirse?
—En una o dos semanas, máximo en un mes se podría expander el cultivo; dependería de la cantidad de microalgas que pongamos, del volumen y de la dosis que requiera cada paciente. Creo que si todo va bien obtendremos de 200 a 600 nanogramos por mililitro de cultivo.
fuente

Microalgas marinas, una salida rápida

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El doctor José Luis Stephano Hornedo inició en junio su investigación para encontrar una vacuna contra la influenza A H1N1. Empezó antes de que llegaran a su laboratorio los 650 mil pesos que le entregó el Instituto de Ciencia y Tecnología del Distrito Federal para financiar la investigación. Pagó con dinero propio los primeros trabajos. Es con microalgas marinas, que para crecer necesitan agua, luz y fertilizante agrícola, como ese investigador busca la vacuna.


La microalga tiene la característica de contar con una gran biomasa, de la cual se pueden obtener 0.6 microgramos de vacuna por cada mililitro de cultivo. Cada mililitro de ese cultivo tiene hasta 20 millones de microalgas.  “Si hacemos un supuesto, que de nuestra vacuna se necesitarán 7.5 microgramos por dosis sin adyuvante (aditivo que ayuda a mejorar la respuesta a la vacuna) para proteger de forma permanente a una persona, y producimos 0.6 microgramos por mililitro de cultivo, con 12.5 mililitros de cultivo sería suficiente para vacunar una persona. Este volumen de cultivo se puede encapsular y suministrar via oral sirviendo de adyuvante la pared celular de la microalga”, explica.


El momento clave de la investigación
Un momento clave de la investigación llegará entre enero y febrero de 2010, cuando en el laboratorio se rompan las microalgas para contar con la molécula de la que se tendrán los antígenos para combatir al virus de la influenza A H1N1. Será en ese momento cuando se desarrolle la fase preclínica, es decir, con animales.


El proyecto “consiste en tomar el gen HA del virus el cual codifica proteínas (antígenos) en la superficie del mismo y que están involucradas en el proceso de infección. Ya se conoce la secuencia del virus, entonces al gen HA lo sintetizamos y lo insertamos en el genoma del alga para que exprese la misma proteína de virus.


La idea es que esa sola molécula tenga la propiedad de proteger contra la infección”, añade.
—¿Se ha logrado probar su efectividad o en qué fase se encuentra?
—No. El proyecto es a un año, es como lo propusimos al ICyT. Ya tenemos los genes y los estamos insertando en el alga; estamos en esa etapa. Lo que sigue es que una vez que insertemos, ahora que lo exprese la microalga de manera intracelular. Hay que romper la microalga para poder extraerlo y purificarlo, y luego hacer pruebas biológicas. Primero probaremos con ratones, serán todas las pruebas hasta llegar a la persona, para ver que proteja.
Luego agrega: “Otra ventaja de la microalga es que si el virus muta, dada la rapidez con la que se puede reproducir esa molécula en microalgas, nosotros podemos rápidamente modificar la secuencia y poder, otra vez, insertar la microalga y desarrollar otra vacuna rápidamente. El éxito del proyecto consiste en que el gen HA del virus se inserte de manera adecuada en la microalga”.
—¿Busca reproducir la molécula del virus?
—Exacto, podremos agarrar otras regiones importantes de las proteínas de matriz, de la neuraminidasa y de la región HA para hacer una quimera y poner la microalga y expresarla.
— ¿De esta molécula saldría la vacuna?
— Así es. Ya hay ejemplos de varias vacunas en las cuales pones sólo una molécula del virus, la pones en la persona y te protege, como la hepatitis. En ese caso no necesitas poner todo el virus inactivado, sino una molécula. Con eso es suficiente para inyectarte y protegerte.
—Hay países que dicen que ya tienen la vacuna. ¿Cómo considera que va su proyecto?
—Estamos empezando; ellos tienen toda la infraestructura, pero es muy novedoso lo que estamos haciendo. Ellos usan todo el virus completo, nosotros una sola molécula y esperamos que eso proteja; si tiene éxito produciremos rapidísimo y a menor costo que lo hace cualquier país.
— ¿Qué tan rápido podría producirse?
—En una o dos semanas, máximo en un mes se podría expander el cultivo; dependería de la cantidad de microalgas que pongamos, del volumen y de la dosis que requiera cada paciente. Creo que si todo va bien obtendremos de 200 a 600 nanogramos por mililitro de cultivo.
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