class="contentpane"> Asignaturas pendientes
Lunes, 01 de Marzo de 2010 16:41
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Dr. Martín Isturiz (El Emilio)

El Dr. Martín Isturiz, Investigador Principal del CONICET pone en evidencia, a través de esta entrevista, la necesidad de políticas que vinculen el desarrollo científico con el desarrollo y el bienestar social.

¿Cuál es la relación de la ciencia con el desarrollo social?

Es fundamental. Ciencia y tecnología deben estar en un marco estratégico, en el marco de una política de Estado, porque a través de la ciencia y la tecnología se pueden formular políticas de alto impacto social. Es una asignatura pendiente que tiene la Argentina. La ciencia y la tecnología deben tener un desarrollo armónico en función social. Es estratégico porque es un marco de soberanía, en el sentido de autodeterminación y lo que quisiera uno para un país. Acá hay un drama: hay conocimiento, hay tecnología, pero hay muy baja transferencia a la sociedad. El circuito de ciencia, tecnología y sociedad no se cierra. Esa es una de las debilidades más profundas que tiene el sistema científico argentino.

Los espacios científicos ¿son un reducto aislado de las realidades sociales?

Generalizar en esto es peligroso, pero sí. En parte, hay gente que está involucrada, pero hay gente que está afuera. Si no hay transferencia de conocimiento a la sociedad no hay una justificación social para la ciencia. Esto no quiere decir que la ciencia no sirva en sí misma, sino que no hay una justificación social. Si la ciencia no se vuelca a la sociedad, es muy difícil que le pueda explicar a alguien para qué sirve la ciencia.Hoy, las políticas en ciencia y técnica tienen esencialmente un solo eje, que es la empresa privada. O la interacción de empresas privadas y organismos públicos. Eso es, por lo menos, insuficiente. Falta un eje político que defina proyectos estratégicos, y falta un eje social, que es la transferencia. Por ejemplo: hace décadas que se trabaja en Chagas, ha sido un área prioritaria. Hay tres millones de infectados, no es una cuestión menor. Sin embargo, nunca hubo un plan que tuviese como objetivo político la erradicación del mal de Chagas. Tenemos mucho conocimiento aislado pero no integrado. Ese es un déficit estructural del sistema.

¿En qué punto se encuentra el desarrollo científico en Argentina?

Estamos en stand by. Hay un poquito más de financiación. Se dice que el objetivo es alcanzar el uno por ciento del Producto Bruto Interno (PBI). Yo creo que ese no es el objetivo, la financiación es un instrumento. Lo primero que hay que decir es qué vamos a hacer con ese uno por ciento. De acuerdo a cómo está enfocada hoy la conducción política de la ciencia ese uno por ciento sería totalmente irrelevante, salvo para algunas empresas.

En este sentido, ¿perdimos la autonomía científica?

Sí. En la ciencia y la técnica son créditos del Banco Interamericano de Desarrollo (BID). En salud, está en parte con el Banco Mundial. Es decir, son organismos multilaterales de crédito. Y estos organismos no financian obras, sino políticas. Cuando me condicionan a hacer determinadas cosas, me están condicionando políticamente. Si lo vemos desde el concepto de soberanía, la financiación en ciencia y técnica tiene que ser independiente de organismos multilaterales. Se puede entrar en eso, no soy fundamentalista, pero con pautas basadas en las necesidades propias y no en los condicionamientos externos.

¿Tienen los científicos argentinos la independencia de decidir sobre qué investigan?

A veces uno escucha barbaridades, como que favoreciendo a las empresas se favorece a la gente. Esto es como la teoría del derrame. Ya lo vivimos con la época menemista. ¿Quieren otra década de neoliberalismo? Eso sería mortal. Hay que adecuar un poco las estrategias políticas, que no están definidas. Ese es un déficit histórico del sistema, no sólo de este gobierno. Nunca la ciencia y la tecnología fueron planificadas como política de Estado en el marco de un desarrollo nacional o de una soberanía nacional. Quizá sí en una época muy fugaz que terminó con los bastones largos en 1966 en la Facultad de Ciencias Exactas, donde había grupos que se planteaban este tipo de cosas. Después de eso, nunca conocí que las universidades se planteen este tipo de problemáticas, y eso es más grave todavía. Muchas facultades son verdaderos enseñaderos de tecnócratas sin el menor compromiso social. Eso es grave. Un tecnócrata está al servicio del mejor postor, pero eso no es lo que le conviene a un país con una visión de desarrollo común.

¿Qué causó tanto éxodo de científicos?

El éxodo de científicos se da porque hay una producción mayor y el sistema, como es chico, no lo puede absorber. Una política científica tiene que incluir a aquellos recursos humanos que se generan. Sino uno genera recursos para la exportación muy caros. Tiene 20 años de estudio, no son monedas. Hoy no hay un sistema que absorba a los científicos que se generan, por ejemplo, con las becas del CONICET. Este año van a caer unas mil becas, pero el sistema no va a absorber esa cantidad de gente. Decir que el ingreso de becarios fortalece el sistema de ciencia y técnica es una verdad a medias. Porque un sistema que no los absorbe es terrible. Estamos generando recursos para exportación. Los organismos funcionan fragmentados. El CONICET funciona por su parte, el INTA, por su parte, el INTI por la suya. No hay políticas nacionales ni generales. No hay demanda desde el gobierno para los organismos de ciencia y técnica. Entonces cada uno hace lo que puede y eso es una visión clara de lo que significa la fragmentación institucional que acá es poderosa, brutal.

¿Cómo se deberían orientar esas políticas para que tengan un carácter verdaderamente nacional?

Fijándose cuáles son las problemáticas nacionales. Saneamientos de aguas por ejemplo, agua para el consumo. Hay unas 14 provincias que tienen arsénico en el agua. ¿Hay algún plan nacional para sacar el arsénico del agua? No. El mal de Chagas. La erosión de los suelos. La diversificación de los cultivos. Con la sojización ¿hay control de pesticidas en las napas de agua? No. Producción pública de medicamentos, de vacunas. El estado compra medicamentos, cuando los puede producir a menor costo y a mayor calidad. Ese tipo de cosas hay que definirlas. En algunos casos se afectan intereses y en otro no. O es un problema de agallas o de convicción ideológica. O no se animan o su ideología no les permite avanzar, no les permite alterar ganancias sectoriales.

¿Por qué es necesaria la fabricación nacional de medicamentos?

Es un problema de soberanía, aunque sea una cosa chica. Acá, lo precios de los medicamentos se ponen por una economía de mercado. La economía de mercado está por fuera de los costos. Hoy uno puede estar pagando 100 y vale 10 o 5. La producción pública de medicamentos se debe dar con una función social y con un sistema de regulación de precios. Brasil, por ejemplo, tiene una poderosa industria farmacéutica estatal, con las mismas contradicciones que nosotros. Hace dos años el laboratorio Abbot, por la economía de mercado nomás, le quiso duplicar el valor del retroviral que vendía a Brasil. Cuando Brasil pidió una justificación del aumento, no había ninguna. Entonces le dijeron que si no bajaba el precio a los costos reales, la empresa estatal iba a salir a producir el retroviral y no iba a respetar ninguna patente. Eso es un concepto de soberanía. Entonces Abbot volvió al precio original. Eso permitiría la producción de medicamentos de más calidad, hacer investigación en medicamentos y hacer una expansión tecnológica que es un sistema de soporte del sistema científico. Acá tenemos tecnología de primera para la producción de barcos. Astilleros Río Santiago, que fue una de las empresas estatales que gracias a la gente no se pudo privatizar. Argentina tiene cuatro mil millones de dólares anuales de fletes por exportaciones e importaciones. ¿No convendrá impulsar el área de las ingenierías y de la física en serio haciendo construcción de barcos para hacer nuestras propias exportaciones en vez de pagar fletes? Esto se ve en cualquier desarrollo nacional que uno quiera hacer. Los barcos y los medicamentos son ejemplos.

¿Tiene hoy Argentina la capacidad tecnológica y los recursos humanos como para satisfacer las demandas de medicamentos?

Medicamentos que cubren el 85 por ciento de las patologías están en el ámbito de patentes que han vencido en la década del 70. No hay que pagar nada, se pueden hacer. Si uno tiene una política de Estado, una estrategia de desarrollo, hay que hacer controles de calidad, modificar los procesos industriales. El Inti (Instituto Nacional de Tecnología Industrial) interviene en 59 proyectos estratégicos de Venezuela. 59 sobre 200. En distintas áreas, desde turbinas de avión hasta textiles. Es decir, hay una concepción estratégica. Nos puede gustar o no Chávez, esa es otra historia. Nuestro gobierno no hizo ningún pedido de proyecto al Inti. Eso es grave. Eso es no utilizar socialmente el conocimiento.

¿Se puede sintetizar acá la materia prima para los medicamentos?

En principio no. Acá hubo síntesis de medicamento. Hoy se desactivó todo. Ni aspirinas se producen acá. Acá hay buenos niveles de química orgánica y se puede hacer. Lo que hay que hacer es tomar la decisión política, llamar a la gente que sabe de química orgánica, pero esto fue todo desactivado y nadie sabe qué quedó de todo aquello. Acá hay muy buenos niveles en química orgánica. No se convoca a nadie, ni siquiera para saber qué pasa.

¿Dónde quedó aquel intento de algunos grupos de fomentar la fabricación nacional de medicamentos?

La gestión de Ginés González García estaba en contra de eso. Acá se producen vacunas BCG de calidad internacional y son de referencia en América latina y el Caribe. Es una certificación de la Organización Mundial de la Salud. Y la vacuna BCG acá se importa. Es un bochorno. Más allá del bajo precio de la BCG, esto es un caso testigo para demostrar qué es lo que pasa. Es grave. No estábamos en contra del Plan Remediar, lo que decíamos era que la producción puede abastecer al Plan Remediar. Lo que pasa es que venía con un crédito a cuatro años del BID (Banco Interamericano de Desarrollo) por 930 millones de dólares. ¿Cuál es el negocio? Importar cuando se los podría hacer acá. Lo que pasa es que un día se acaba la plata y se acaba el Plan Remediar. Es serio esto. Lo primero que hace falta acá son decisiones políticas, lo demás es puro cuento, como dice el tango.

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Lunes, 01 de Marzo de 2010 16:41
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Dr. Martín Isturiz (El Emilio)

El Dr. Martín Isturiz, Investigador Principal del CONICET pone en evidencia, a través de esta entrevista, la necesidad de políticas que vinculen el desarrollo científico con el desarrollo y el bienestar social.

¿Cuál es la relación de la ciencia con el desarrollo social?

Es fundamental. Ciencia y tecnología deben estar en un marco estratégico, en el marco de una política de Estado, porque a través de la ciencia y la tecnología se pueden formular políticas de alto impacto social. Es una asignatura pendiente que tiene la Argentina. La ciencia y la tecnología deben tener un desarrollo armónico en función social. Es estratégico porque es un marco de soberanía, en el sentido de autodeterminación y lo que quisiera uno para un país. Acá hay un drama: hay conocimiento, hay tecnología, pero hay muy baja transferencia a la sociedad. El circuito de ciencia, tecnología y sociedad no se cierra. Esa es una de las debilidades más profundas que tiene el sistema científico argentino.

Los espacios científicos ¿son un reducto aislado de las realidades sociales?

Generalizar en esto es peligroso, pero sí. En parte, hay gente que está involucrada, pero hay gente que está afuera. Si no hay transferencia de conocimiento a la sociedad no hay una justificación social para la ciencia. Esto no quiere decir que la ciencia no sirva en sí misma, sino que no hay una justificación social. Si la ciencia no se vuelca a la sociedad, es muy difícil que le pueda explicar a alguien para qué sirve la ciencia.Hoy, las políticas en ciencia y técnica tienen esencialmente un solo eje, que es la empresa privada. O la interacción de empresas privadas y organismos públicos. Eso es, por lo menos, insuficiente. Falta un eje político que defina proyectos estratégicos, y falta un eje social, que es la transferencia. Por ejemplo: hace décadas que se trabaja en Chagas, ha sido un área prioritaria. Hay tres millones de infectados, no es una cuestión menor. Sin embargo, nunca hubo un plan que tuviese como objetivo político la erradicación del mal de Chagas. Tenemos mucho conocimiento aislado pero no integrado. Ese es un déficit estructural del sistema.

¿En qué punto se encuentra el desarrollo científico en Argentina?

Estamos en stand by. Hay un poquito más de financiación. Se dice que el objetivo es alcanzar el uno por ciento del Producto Bruto Interno (PBI). Yo creo que ese no es el objetivo, la financiación es un instrumento. Lo primero que hay que decir es qué vamos a hacer con ese uno por ciento. De acuerdo a cómo está enfocada hoy la conducción política de la ciencia ese uno por ciento sería totalmente irrelevante, salvo para algunas empresas.

En este sentido, ¿perdimos la autonomía científica?

Sí. En la ciencia y la técnica son créditos del Banco Interamericano de Desarrollo (BID). En salud, está en parte con el Banco Mundial. Es decir, son organismos multilaterales de crédito. Y estos organismos no financian obras, sino políticas. Cuando me condicionan a hacer determinadas cosas, me están condicionando políticamente. Si lo vemos desde el concepto de soberanía, la financiación en ciencia y técnica tiene que ser independiente de organismos multilaterales. Se puede entrar en eso, no soy fundamentalista, pero con pautas basadas en las necesidades propias y no en los condicionamientos externos.

¿Tienen los científicos argentinos la independencia de decidir sobre qué investigan?

A veces uno escucha barbaridades, como que favoreciendo a las empresas se favorece a la gente. Esto es como la teoría del derrame. Ya lo vivimos con la época menemista. ¿Quieren otra década de neoliberalismo? Eso sería mortal. Hay que adecuar un poco las estrategias políticas, que no están definidas. Ese es un déficit histórico del sistema, no sólo de este gobierno. Nunca la ciencia y la tecnología fueron planificadas como política de Estado en el marco de un desarrollo nacional o de una soberanía nacional. Quizá sí en una época muy fugaz que terminó con los bastones largos en 1966 en la Facultad de Ciencias Exactas, donde había grupos que se planteaban este tipo de cosas. Después de eso, nunca conocí que las universidades se planteen este tipo de problemáticas, y eso es más grave todavía. Muchas facultades son verdaderos enseñaderos de tecnócratas sin el menor compromiso social. Eso es grave. Un tecnócrata está al servicio del mejor postor, pero eso no es lo que le conviene a un país con una visión de desarrollo común.

¿Qué causó tanto éxodo de científicos?

El éxodo de científicos se da porque hay una producción mayor y el sistema, como es chico, no lo puede absorber. Una política científica tiene que incluir a aquellos recursos humanos que se generan. Sino uno genera recursos para la exportación muy caros. Tiene 20 años de estudio, no son monedas. Hoy no hay un sistema que absorba a los científicos que se generan, por ejemplo, con las becas del CONICET. Este año van a caer unas mil becas, pero el sistema no va a absorber esa cantidad de gente. Decir que el ingreso de becarios fortalece el sistema de ciencia y técnica es una verdad a medias. Porque un sistema que no los absorbe es terrible. Estamos generando recursos para exportación. Los organismos funcionan fragmentados. El CONICET funciona por su parte, el INTA, por su parte, el INTI por la suya. No hay políticas nacionales ni generales. No hay demanda desde el gobierno para los organismos de ciencia y técnica. Entonces cada uno hace lo que puede y eso es una visión clara de lo que significa la fragmentación institucional que acá es poderosa, brutal.

¿Cómo se deberían orientar esas políticas para que tengan un carácter verdaderamente nacional?

Fijándose cuáles son las problemáticas nacionales. Saneamientos de aguas por ejemplo, agua para el consumo. Hay unas 14 provincias que tienen arsénico en el agua. ¿Hay algún plan nacional para sacar el arsénico del agua? No. El mal de Chagas. La erosión de los suelos. La diversificación de los cultivos. Con la sojización ¿hay control de pesticidas en las napas de agua? No. Producción pública de medicamentos, de vacunas. El estado compra medicamentos, cuando los puede producir a menor costo y a mayor calidad. Ese tipo de cosas hay que definirlas. En algunos casos se afectan intereses y en otro no. O es un problema de agallas o de convicción ideológica. O no se animan o su ideología no les permite avanzar, no les permite alterar ganancias sectoriales.

¿Por qué es necesaria la fabricación nacional de medicamentos?

Es un problema de soberanía, aunque sea una cosa chica. Acá, lo precios de los medicamentos se ponen por una economía de mercado. La economía de mercado está por fuera de los costos. Hoy uno puede estar pagando 100 y vale 10 o 5. La producción pública de medicamentos se debe dar con una función social y con un sistema de regulación de precios. Brasil, por ejemplo, tiene una poderosa industria farmacéutica estatal, con las mismas contradicciones que nosotros. Hace dos años el laboratorio Abbot, por la economía de mercado nomás, le quiso duplicar el valor del retroviral que vendía a Brasil. Cuando Brasil pidió una justificación del aumento, no había ninguna. Entonces le dijeron que si no bajaba el precio a los costos reales, la empresa estatal iba a salir a producir el retroviral y no iba a respetar ninguna patente. Eso es un concepto de soberanía. Entonces Abbot volvió al precio original. Eso permitiría la producción de medicamentos de más calidad, hacer investigación en medicamentos y hacer una expansión tecnológica que es un sistema de soporte del sistema científico. Acá tenemos tecnología de primera para la producción de barcos. Astilleros Río Santiago, que fue una de las empresas estatales que gracias a la gente no se pudo privatizar. Argentina tiene cuatro mil millones de dólares anuales de fletes por exportaciones e importaciones. ¿No convendrá impulsar el área de las ingenierías y de la física en serio haciendo construcción de barcos para hacer nuestras propias exportaciones en vez de pagar fletes? Esto se ve en cualquier desarrollo nacional que uno quiera hacer. Los barcos y los medicamentos son ejemplos.

¿Tiene hoy Argentina la capacidad tecnológica y los recursos humanos como para satisfacer las demandas de medicamentos?

Medicamentos que cubren el 85 por ciento de las patologías están en el ámbito de patentes que han vencido en la década del 70. No hay que pagar nada, se pueden hacer. Si uno tiene una política de Estado, una estrategia de desarrollo, hay que hacer controles de calidad, modificar los procesos industriales. El Inti (Instituto Nacional de Tecnología Industrial) interviene en 59 proyectos estratégicos de Venezuela. 59 sobre 200. En distintas áreas, desde turbinas de avión hasta textiles. Es decir, hay una concepción estratégica. Nos puede gustar o no Chávez, esa es otra historia. Nuestro gobierno no hizo ningún pedido de proyecto al Inti. Eso es grave. Eso es no utilizar socialmente el conocimiento.

¿Se puede sintetizar acá la materia prima para los medicamentos?

En principio no. Acá hubo síntesis de medicamento. Hoy se desactivó todo. Ni aspirinas se producen acá. Acá hay buenos niveles de química orgánica y se puede hacer. Lo que hay que hacer es tomar la decisión política, llamar a la gente que sabe de química orgánica, pero esto fue todo desactivado y nadie sabe qué quedó de todo aquello. Acá hay muy buenos niveles en química orgánica. No se convoca a nadie, ni siquiera para saber qué pasa.

¿Dónde quedó aquel intento de algunos grupos de fomentar la fabricación nacional de medicamentos?

La gestión de Ginés González García estaba en contra de eso. Acá se producen vacunas BCG de calidad internacional y son de referencia en América latina y el Caribe. Es una certificación de la Organización Mundial de la Salud. Y la vacuna BCG acá se importa. Es un bochorno. Más allá del bajo precio de la BCG, esto es un caso testigo para demostrar qué es lo que pasa. Es grave. No estábamos en contra del Plan Remediar, lo que decíamos era que la producción puede abastecer al Plan Remediar. Lo que pasa es que venía con un crédito a cuatro años del BID (Banco Interamericano de Desarrollo) por 930 millones de dólares. ¿Cuál es el negocio? Importar cuando se los podría hacer acá. Lo que pasa es que un día se acaba la plata y se acaba el Plan Remediar. Es serio esto. Lo primero que hace falta acá son decisiones políticas, lo demás es puro cuento, como dice el tango.

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