Enrique García y García*
Desde mi infancia siempre me llamó la atención que el agua utilizada rutinariamente para el riego agrícola provenía del subsuelo. La operación era muy sencilla, simplemente se prendía un motor y al instante salía agua a borbotones que se vertía en una pila y de allí se enviaba a los campos de cultivo. Esa experiencia la tengo grabada y se refuerza con alguna fotografía que registró la escena. Creía que todo era cuestión de taladrar hacia abajo de la superficie y a poca profundidad se encontraría una alberca gigantesca de la cual se sacaría el agua a la superficie. Ingenuidad.