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Sobre la gratuidad de la educación

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554237_10150923815536538_51997659_n-300x2001 agosto 2013

En el artículo “Sobre la educación gratuita, el marxismo y otros errores” Carlos Alberto Montaner expone sus puntos de vista sobre la gratuidad de la educación, en medio de un debate epistolar que sostuvo con el profesor Haroldo Dilla.

El antecedente inmediato de esta discusión fue el artículo titulado “La buena educación” sobre las demandas de los estudiantes en Chile que pedían la gratuidad de la educación y la prohibición de la educación con fines de lucro.

A Montaner le parece injusto que personas mayores de edad (los estudiantes chilenos), presuntamente responsables, se empeñaran en que otras personas les pagaran los estudios universitarios, y además, que pidieran la clausura de las universidades con fines de lucro.

Con todo el polvo que levantó su opinión, aclaró algunos de los puntos, por ejemplo, el autor del artículo aceptaba que la educación era una inversión y no un gasto, aunque no estaba seguro de cuál era la ventaja social de invertir en teólogos o filósofos.

El primero es de carácter moral. El Estado, insisto, no debe otorgarles privilegios a los adultos responsables. Las ventajas en calidad de empleo y nivel de salario de los graduados universitarios son muy notables. La gratuidad de la enseñanza universitaria consiste en meterles la mano en el bolsillo a todos para favorecer a unos cuantos de manera permanente.

Esto último es bastante debatible, como lo muestran los datos de la siguiente tabla del sitio en internet degreed.com, en los Estados Unidos, el costo de estudiar una carrera universitaria de cuatro años versus las ganancias por contar con un título, se ha duplicado en los últimos cuarenta años.

Esto quiere decir que mientras la inversión se ha duplicado (el costo de los estudios), el retorno de la inversión se han mantenido constante o, en otras palabras, ya no es tan redituable invertir en capital humano.

Montaner propone que, en lugar de invertir dinero en las universidades, ese dinero se destine a la educación preescolar, primaria y secundaria.

Es en las primeras etapas de la vida donde se forman el carácter y los hábitos, y donde se adquieren lo valores. Ahí, además, comparece casi la totalidad de los niños y jóvenes. Para que la búsqueda de igualdad de oportunidades no sea un fraude, la función del Estado, por medios públicos o privados, es preparar a los niños para que puedan competir y sobresalir en la vida. Un niño de origen humilde, bien nutrido y bien educado, tendrá entonces la oportunidad real de abrirse paso.

Si se considera que la educación es una inversión y no un gasto, la segunda cuestión que se debería plantear es qué tipo de educación genera mayores beneficios económicos y sociales.

De acuerdo con un estudio elaborado por Mariano Rojas, Humberto Angulo e Irene Velázquez, titulado “Rentabilidad de la inversión en capital humano en México” y publicado en la revista Economía mexicana (Nueva Época, vol. IX, núm. 2, segundo semestre del 2000), la diferencia salarial entre un graduado y una persona sin instrucción o, vamos a ponerlo así, con educación básica es de 78 por ciento, y si se agregan estudios de posgrado aumenta 33 por ciento. La conclusión sobre dónde invertir parece obvia.

La realización de estudios universitarios sin concluirlos tiende a aumentar el salario percibido en aproximadamente 8%. Se obtiene un salto salarial importante al concluir los estudios universitarios. Un universitario graduado tiende a recibir un salario 27% superior al de una persona con educación máxima de preparatoria concluida, y 19% superior al de una persona con estudios universitarios no terminados. Un universitario graduado recibe un salario 78% superior al de una persona sin instrucción.

Los estudios de posgrado también tienden a elevar significativamente el salario recibido: 33% en promedio respecto a un individuo con grado universitario.

Por lo tanto, puede afirmarse que la educación tiene, en la gran mayoría de los casos, mayores flujos de efectivo para quienes la adquieren. Sin embargo, esto no es suficiente para afirmar que, desde un punto de vista económico, sea rentable invertir en capital humano, pues también hay costos de realizar esta educación que deben ser considerados.

Lo interesante del estudio en comento es que incorpora el costo de oportunidad de los salarios no percibidos durante el tiempo de la realización de los estudios, y llega a una impactante conclusión:

Al considerar el costo de oportunidad de la educación en términos de salario no percibido durante el periodo de estudios, se observa que la educación no es una inversión altamente rentable.

Otro de los argumentos de Montaner que es bastante discutible es el siguiente:

Hay universidades públicas y gratuitas en América Latina en las que el promedio de años de estudio por alumno duplica al de las universidades privadas. Ya se sabe que la única ley inalterable de la economía es la que asegura que “cuando la oferta es gratis la demanda es infinita y el consumidor, además, no la valora”.

Y aunque Montaner diga que cuando la oferta es gratis la demanda es infinita y el consumidor no lo valora, habría que recordar la sabia frase que reza “There’s no such thing as a free lunch”.

En 1999 cuando estudiaba en el Sistema de Universidad Abierto (SUA) de la UNAM estalló el paro del autodenominado Consejo General de Huelga que se oponía a las modificaciones al Reglamento General de Pagos. Y aunque el “Plan Barnés” proponía que pagaran quienes estuvieran en posibilidades de hacerlo y eximir de pago a quien no, la cuestión se decantó por la gratuidad. Pero para quienes viajábamos de provincia a las asesorías sabatinas pagábamos mucho más que el denominado “costo de suela de zapato”. Tenía una compañera sobrecargo que tenía su base en Cancún y arreglaba sus vuelos de forma tal que podía atender los estudios que dejó inconclusos. Ni qué decir de la compañera de Orizaba, que viajaba en transporte público todos los sábados para atender las clases, y el día que su padre fue por ella al DF, perdió la vida en un accidente automovilístico de regreso a su ciudad.

La Secretaría de Educación Pública (SEP) lanzó una amplia convocatoria para cursar 13 carreras universitarias en línea, a través de la Universidad abierta y a distancia de México, y a pesar de la facilidad de los trámites para el ingreso que se realizan también en línea y de la gratuidad de los estudios, no se observa por ninguna parte que la demanda sea infinita, ni que los consumidores la minusvaloren.

Según el informe “Panorama de la educación 2013″ de la OCDE, para el caso de México, el gasto anual por estudiante es bajo y dado el tamaño de la población, un mayor gasto en educación no se traduce necesariamente en un mayor gasto por estudiante.

El gasto anual por estudiante de primaria es del 15% del PIB per cápita, el gasto por estudiante de secundaria y educación media superior es de 17% del PIB per cápita, y por estudiante en educación superior, el gasto anual se dispara hasta un 52% de PIB per cápita.

El gasto anual promedio por estudiante desde la primaria hasta la educación superior es de 20% del PIB per cápita; inferior a la media de la OCDE del 28% del PIB per cápita.

Desde luego es mucho mayor el gasto por estudiante universitario que por estudiante de primaria o secundaria, pero también es el que más rendimientos genera. Lo trágico del caso de México es que el mayor porcentaje del gasto se realiza en remuneración de personal que está mal preparado y muy bien pagado. Según el columnista Pablo Hiriart del diario La Razón; “de los 140 mil 193 docentes que participaron en el concurso de plazas, cuatro mil 85 recibieron una calificación no aceptable al no acreditar al menos 36 aciertos en una prueba de 120 preguntas.” Y lo peor, entre éstos dos mil maestros reprobados están al frente de 55 mil niños.

El informe de la OCDE agrega:

México destina el 83.1% de su presupuesto para educación a los sueldos del profesorado y el 93.3% a la remuneración del personal en su conjunto; estos son los porcentajes más altos entre los países de la OCDE (las medias de la OCDE son de 62% y 78.2% respectivamente) (Tabla B6.2).

Alrededor del 87.2 % del gasto en educación primaria se asigna a la remuneración de los maestros (el porcentaje más alto entre los países de la OCDE), mientras que el 78.1 % del gasto en secundaria y educación media superior se destina a este fin (el segundo porcentaje más alto después de Portugal, que asigna el 82.9 % del gasto en secundaria a los sueldos de los maestros).

En cambio, los porcentajes medios de la OCDE asignados a la remuneración de los maestros son de 61.8 % en primaria y 62.0 % en secundaria y educación media superior (Tabla B6.1).

Una manera de solventar esta problemática sería, como lo propone Montaner, la implementación del sistema de vouchers. Cabe mencionar que la propuesta la retoma de Milton Friedman. Hasta Ivan Ilich, quien alababa a Mao, Castro y Kennedy, la propone.

Favorecemos la toma de decisiones de las personas mediante vouchers, antes que colocar esas decisiones en manos de los burócratas del Estado para que decidan cómo, cuándo y qué deben consumir los individuos o cómo alcanzamos la felicidad.

Si dejamos que los números hablen, la narrativa es un poco distinta a lo propuesto por Montaner. Lo único que podría salvar el argumento de Montaner a favor de una mayor inversión en la educación básica es la obsolescencia del paradigma de la educación, especialmente la universitaria. El discurso de Erica Goldson. trata de la crisis del actual paradigma educativo.

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La imagen original del sitio en internet Zen Pencils, retomada en su versión al español del blog del rincón de alfredo, resume el citado discurso.

1014015_10151603293763843_1159506510_nA pesar de todo ello, parece haber un error de concepción. La educación es concebida como preparación para la vida, cuando, como dice John Dewey, la educación es la vida misma. La educación es el camino, no la meta. Luego se preguntan; ¿para qué carajos se requiere a los filósofos?

Fuente: jorgeikeda.com