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Bruselas regulará el consumo de agua en la alimentación

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Gema B. Muñoz 19/07/2013 - 8:14

Revisará la directiva de las emisiones industriales estableciendo límites de consumo en función de las mejores técnicas disponibles, cuyo uso tratará de armonizar para que sean económicamente accesibles y competitivas para los Veintiocho.

La Comisión Europea tiene ante sí un trabajo titánico para reducir el consumo de agua en el sector agroalimentario, con el fin de que éste sea más competitivo desde el punto de vista económico y medioambiental.

Para ello exigirá a las instalaciones productivas que eleven su eficiencia al nivel de las "mejores técnicas disponibles" que establece la Directiva de Emisiones Industriales 2010/75/CE.

Así, podrá exigir utilizar la técnica que menos agua consuma para lavar materias primas o limpiar instalaciones, emplear la mejor entre las técnicas disponibles comercialmente y siempre sin perjudicar la higiene y seguridad alimentaria.

El nuevo paquete de técnicas será renovado el año que viene y los consumos asociados pasarán a ser obligatorios.

Las técnicas que están en vigor, muy imprecisas, fueron publicadas en 2006 y hasta ahora tan sólo han sido una mera referencia para la administración encargada de otorgar permisos medioambientales. Ahora la cosa va en serio.

Además del agua, existen mejores técnicas disponibles respecto al consumo de energía, producción de residuos sólidos, emisiones a la atmósfera o generación de vertidos, entre otros aspectos.

Aunque todavía no existe un documento concreto vinculado a este reto, Andrés Pascual, jefe de departamento de medio ambiente de Ainia, ha explicado a esta publicación qué medidas habría que implementar para conseguir reducir al máximo el consumo del agua en la agricultura -que en Europa gasta el 37 por ciento de todo el agua dulce consumida- y en la industria de la alimentación -consumidora del 11 por ciento del agua empleada por la industria manufacturera, tanto en España, por detrás de la industria química, del caucho, la siderurgia y el papel, como en la UE-.

Medidas entre las que figuran desarrollar y usar herramientas de monitorización del consumo de agua; recoger el agua de la lluvia para utilizarla en las partes de las instalaciones no dedicadas a la producción; instalar sistemas de recuperación y recirculación de agua; modificar las prácticas de limpieza; prevenir y eliminar fugas; usar grifos controlados mediante sensores o reguladores manuales en las mangueras; usar chorros de agua de bajo volumen y alta presión; e incrememtar el nivel de concienciación de los players de esta industria.

Una concienciación que ya se ha colado en la mente de muchos ciudadanos europeos, cada vez más sensibles al impacto medioambiental de los productos que comen.

"Minimizar consumos y avanzar en los usos internos de aguas reutilizadas, recuperadas y regeneradas marca tendencia en el sector. Antes de que termine la década será habitual que los alimentos cuenten con información ambiental. Empresa responsable y marketing verde cobran cada vez más importancia", señala Andrés Pascual.

De hecho, la Comisión Europea también tiene previsto lanzar en dos o tres años un marco voluntario para que las empresas alimentarias que quieran incluyan en el etiquetado de sus productos cuál es el impacto ambiental derivado de su fabricación.

De ahí que muchas empresas del sector, como Citresa, del grupo Orangina Schweppes, La Española, Danone o Unilever, ya lleven años trabajando en la aplicación de nuevas tecnologías que reduzcan sus niveles de consumo de agua y aumenten los de la reutilización.

Y es que ante un mercado cada vez más sensible no subirse al carro de ese marco que prepara Bruselas supondría, según Pascual, "perder competitividad y no ir en la línea de la tendencia de la sostenibilidad y la eficiencia".

De hecho, antes de que el Ejecutivo comunitario publique esa metodología, en el Reino Unido ya existe un acuerdo voluntario entre el sector privado y la Administración orientado a reducir el uso de agua en el sector de alimentos y bebidas.

Las empresas adscritas a este compromiso -denominado Federation House Commitment y puesto en marcha en 2008 por la Federación de Alimentos y Bebidas del Reino Unido y Enirowise- se han fijado el reto de reducir su uso de agua en las plantas, excluyendo la incorporada a los productos, para que en 2020 su consumo sea un 20 por ciento inferior al de 2007.

Tanto es así que más de 50 empresas participantes en ese compromiso -con 245 plantas en su haber- lograron reducir en 2010 su uso de agua en un 5,3 por ciento respecto al nivel de 2007 -el equivalente a casi 1,3 millones de metros cúbicos o 520 piscinas olímpicas-.

Es más, las empresas adheridas redujeron el uso de agua -excluyendo el agua presente en el producto en sí- en un 11,9 por ciento por tonelada de producto a pesar de un aumento de la producción del 7,5 por ciento.

A día de hoy, no hay acciones similares a ésta en España, aunque nada impide que se lleven a cabo. Y es que el aumento de la población, que en 2030 llegará a los ocho mil millones de personas, traerá consigo una creciente demanda de alimentos -hasta un 50 por ciento más- que podría derivar en un aumento de la demanda del agua de hasta un 40 por ciento por encima de los niveles actuales.

Razón de peso para que además de regular el consumo de agua, también la Comisión Europea quiera reducir la contaminación del agua en los procesos de producción para reducir los vertidos, actualmente ya regulados y controlados por el uso de las depuradoras.

Para ello, en su revisión de la directiva de emisiones dará mucha importancia al trato que se da al agua que se utiliza en el proceso de producción, con el fin de determinar si se puede volver a usar, en función de sus substancias orgánicas y microbiológicas.

En la producción alimentaria, el agua es producto, ingrediente -agua envasada, bebidas alcohólicas y sin alcohol,etc.- y elemento indispensable en muchas etapas del procesado de alimentos, como lavado, cocción, evaporación, refrigeración y limpieza.

Por eso, la Federación Española de Industrias de Alimentación y Bebidas señala que el reto es triple: reducir los niveles de consumo sin comprometer los requisitos de higiene, considerar la reutilización del agua residual en procesos de limpieza o riego de zonas verdes y proteger las zonas de suministro con un uso responsable.

Fuente: El economista