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Agua Gestión del agua La discusión sobre el agua

La discusión sobre el agua

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Cuando se trata de asuntos de relevancia estratégica, la discusión se parece un poco al perro que se muerde la cola al dar interminablemente vueltas sobre sí mismo. Algo de eso pasa, por ejemplo, con la cuestión del agua de la que ahora, nuevamente, se vuelve a hablar de ensanchar a la burocracia que la controle y no, como debiera ser, de la política pública que la gestione inteligentemente y de otra manera. Son cosas diferentes.

Decir que hay diversos problemas de escasez, derroche y pésima distribución entre sectores es ya un lugar común. México ha entrado en una fase crítica de insuficiente disponibilidad de agua caracterizada, entre otras cosas, por el crecimiento demográfico, el abatimiento de mantos acuíferos, el desperdicio y los excesos en los patrones de consumo, la obsolescencia de las redes de conducción del líquido, la mala distribución entre los usos urbanos y agropecuarios, así como los bajos porcentajes de tratamiento, reutilización y aprovechamiento de aguas pluviales.

Según el Programa Nacional Hídrico 2007—2012, en los últimos 56 años, el país redujo su disponibilidad anual de agua por habitante de 18 mil 035 metros cúbicos a tan solo 4 mil 416, lo que significa que en el año 2025 estaremos por debajo de los 3 mil 500 m3/hab/año, es decir, un nivel insuficiente de acuerdo con los estándares internacionales.

Los orígenes del problema pueden ser variados, pero el resultado es el mismo: la escasez de un bien único genera, inevitablemente, tensiones, disputas y conflictos políticos, y, en el plano económico, un alineamiento del precio por la vía de un mercado regulado o por el camino de la informalidad.

Por tanto, no está claro si la mejor solución para entender rigurosamente la realidad del problema sea regresar a la vieja solución de los años sesenta —crear una secretaría especializada o algo equivalente y por ende al populismo con que se manejaba en la época— o profundizar la discusión sobre cuál es la combinación de modelos más eficaces para gestionar el agua no sólo desde el punto de vista sustentable sino también, ni hablar, bajo las reglas de un bien sujeto a las reglas del mercado.

Esto supone entre otras cosas, y de allí la renuencia a enfocar de otra forma el asunto, atraer más inversión privada en la gestión de los sistemas de agua potable en las ciudades, reorganizar la injusta distribución del líquido entre el campo (cuyos productores hoy pagan apenas un 11% en promedio del costo del agua) y las ciudades, y cobrar a los usuarios, a precios más o menos reales, el consumo.

Como dice Sandra Postel, una de las principales expertas en el mundo, para modificar el manejo del agua con métodos más racionales, ecológicamente correctos y sostenibles, serán necesarios cambios de gran envergadura respecto de la forma de valorar, asignar y gestionar el agua”.

No es, pues, la burocracia sino el concepto y el enfoque.

 

Fuente: Razón

 

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