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La guerra por el agua en el desierto de Atacama

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Katia Moskvitch

Se supone que el Valle de Copiapó en Chile es una pintoresca región de cultivo de uva. Sin embargo, a lo largo de este sector del desierto de Atacama, hoy en día, sólo hay kilómetros de vides secas.

Hasta hace poco, estos viñedos en el norte de Chile eran verdes, pues se les suministraba agua que provenía de un depósito subterráneo.

Pero en el desierto más árido del mundo el agua es una rareza, y la agricultura no es la única industria que compite por ella.

De hecho, desde la ventana de un avión se ven las marcas de otra actividad típica del desierto de Atacama: la minería del cobre.

Enormes máquinas perforan pozos profundos, extraen y tamizan las piedras y la tierra color naranja rojizo.

Chile es famoso por sus minas de cobre, que aportan un tercio de la producción mundial. El país es el mayor exportador del metal rojo en el mundo.

Su economía depende en gran parte de las exportaciones de cobre a Europa, Estados Unidos y, cada vez más, a China y la India.

"La gente afirma, aquí en Chile, que la próxima guerra será por el agua"

Celso Rodríguez, Ministerio de Relaciones Exteriores de Chile

En total, el cobre representa aproximadamente el 70% de las exportaciones chilenas, mientras que la agricultura equivale solo al 25%. Por eso, cada vez hay más minas.

Hace dos años, Copiapó captó la atención del mundo cuando 33 mineros quedaron atrapados durante 69 días en una mina de cobre. Esa experiencia, sin embargo, no ha detenido al auge de la minería.

Y en las afueras de la ciudad de Copiapó, un cerro nuevo -que no está en los mapas- apareció recientemente: se trata de la tierra acumulada que sale de las minas.

De modo que mucha gente acude a trabajar en las minas de Copiapó que son una obra en construcción permanente.

Los nuevos edificios siguen apareciendo, como hongos después de una lluvia de agosto. Pero para cumplir su función, las minas necesitan agua. El mismo líquido que los pequeños agricultores utilizan para regar sus viñedos.

Empresa familiar

Las vides secas dan testimonio de la escasez de agua.

Mientras Alfonso Prohens vacía un pesado recipiente de uvas y remueve una hoja seca de la vid, señala la tierra rocosa ubicada a unos pocos kilómetros de la carretera, hacia los cerros.

El viñedo en el que estamos, con sus 130 hectáreas de diversas variedades de uva de mesa, solía ser igual de rocoso hace 60 años, dice.

Su padre, también llamado Alfonso, se trasladó a estas tierras en 1947, usó caballos para despejar las rocas del terreno y lo convirtió en un área verde de Atacama.

Eventualmente, traspasó la tierra a sus cinco hijos, entre los que se encuentran Alfonso y Rafael.

Sus negocios se expandieron, al igual que los de otros productores de la región. En la actualidad, la familia Prohens es propietaria de 800 hectáreas de tierra.

Las condiciones en el valle de Copiapó suelen ser tan favorables que incluso los grandes productores comerciales de fruta chilena -como Subsole- tienen plantaciones aquí.

Y aunque la industria agrícola en el norte de Chile es considerablemente menor que en el centro del país, los pequeños valles verdes son famosos por las uvas de mesa de alta calidad, que alcanzan buenos precios en el extranjero.

Decisiones difíciles

Alfonso Prohens no quiere venderle su agua a las empresas mineras.

Las cosas cambiaron el día en que Rafael Prohens recibió una llamada telefónica de una compañía minera llamada Lumina Copper, que había comenzado a excavar muy cerca de su viña.

"Ellos querían mi agua, querían que se las vendiera para ellos bombearla directamente a las minas", dice.

"Al principio, dudé. Sin embargo, cuando me dijeron el precio, me resultó tan atractivo que acepté".

Según él, los precios para obtener derechos de agua durante un año en el valle oscilan entre los US$80.000 y los $120.000 por litro por segundo. Eso es tanto como lo que uno necesita para regar una hectárea de viñedo.

También es equivalente a lo que cuesta cultivar una hectárea de uva de mesa durante más de 15 años, lo que hace que la venta del agua sea un acuerdo bastante atractivo para los productores.

"Se está poniendo cada vez más difícil. Si hace algunos años tenía que bombear agua desde una profundidad de 60 metros, ahora tengo que cavar hasta una profundidad de 140"

Alfonso Prohens

Rafael cedió el agua que creyó que le sobraba. Pero calculó mal, y hoy tiene escasez de agua para regar sus viñedos.

Según él, un 30% de los cultivadores de Copiapó han vendido parte o toda el agua a la compañías mineras.

Aquellos que vendieron la totalidad del agua dejaron morir sus viñedos y se trasladaron a otra parte.

El hermano de Rafael, Alfonso, decidió no vender.

"Es la empresa de mi padre y quiero continuar cultivando uvas aquí," afirma.

"Pero se está poniendo cada vez más difícil. Si hace algunos años tenía que bombear agua desde una profundidad de 60 metros, ahora tengo que cavar hasta una profundidad de 140".

"Otros cultivadores tienen que cavar incluso más profundamente. Con estos costos, se hace cada vez más difícil seguir con la empresa".

Y, tras suspirar, continúa: "A veces, las ofertas de las compañías son tan atractivas que me hacen dudar".

La guerra del agua

La minería le permite a Chile obtener grandes ingresos gracias a los favores de la naturaleza.

Es muy difícil luchar contra esto y ciertamente imposible que los cultivadores sobrevivan por su cuenta.

Pero el Estado tiene conciencia del problema.

Durante los últimos dos meses, el gobierno ha estado tratando de legislar respecto a la utilización del agua como recurso, explica Gabriel Rodríguez, director de energía, ciencia, tecnología en innovación en el Ministerio de Relaciones Exteriores de Chile.

"La gente afirma, aquí en Chile, que la próxima guerra será por el agua," afirma.

"Necesitamos conseguir un equilibrio político, ya que es un asunto de política pública y legislación para el futuro.

"Si Chile quiere continuar siendo un país minero, y al mismo tiempo un país con valor agregado, en términos de ingresos que proceden de la agricultura y de otros sectores, como el de servicios, necesitamos conseguir que la agricultura tenga suficiente agua y proteger el recurso para los agricultores."

Aunque las compañías mineras sean muy poderosas, deben buscar otros recursos hídricos, tales como la desalinización del agua de mar.

De no ocurrir esto, la agricultura en el norte de Chile estará en peligro.

Mientras el gobierno está ocupado conversando en la capital, Santiago, Alfonso Prohens cierra las puertas de sus viñedos.

No ignora que muchos de sus vecinos más cercanos en el valle de Copiapó ya han abandonado sus tierras.

Las vides secas, desprovistas, a lo largo del camino sinuoso, representan una señal constante de que las compañías mineras están ganando la guerra.

Pero, mientras mira hacia los cerros de Atacama, en el momento en que se pone un sol enorme e increíblemente rojo, dice que no dejará que le doblen la mano.

Por lo menos, no todavía.

Fuente: BBC