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Bolivia: aprendiendo a vivir sin agua en La Paz

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Elizabeth Cazorla, una vecina del barrio Alto Irpavi de La Paz, Bolivia, tuvo que enseñarle a su hijo de 18 años cómo debe bañarse sin ducha.

Su hijo Johnny Flores es un universitario que acostumbraba a ducharse dos veces por día, pero ahora lleva cinco días sin poder hacerlo.

Como este joven, hay 80.000 habitantes de la residencial zona sur de La Paz que están aprendiendo a vivir sin agua porque el servicio fue cortado en la madrugada del domingo tras el gran deslizamiento de tierra en el sureste de la ciudad que afectó a unas 140 hectáreas y dejó de la noche a la mañana sin vivienda a 6.000 personas.

Las autoridades municipales comunicaron la mala noticia de que tardarán entre tres y seis meses en reponer el servicio de agua potable en las casas, aunque también han dicho que estudian otras alternativas, ante la creciente protesta de la población afectada.

Elizabeth le enseñó a su hijo que debe utilizar un recipiente con poca agua para lavarse el cuerpo por partes y, una vez que termina de asearse, vaciarla en el tanque del inodoro para reutilizarla.

"Él ha empezado a valorar el agua, la lavadora, la ropa y ha comenzado a entender cómo es vivir sin agua en la casa", dice Elizabeth mientras forma una de las innumerables filas que hay a la espera del camión cisterna con agua para su barrio.

Desorden en la distribución

El camión aparece, pero no se detiene. Sigue su camino para distribuir el agua en otro barrio vecino. La gente de Alto Irpavi protesta porque lleva horas en la fila y el sistema de distribución del agua no funciona adecuadamente.

No hay horarios ni puntos fijos para repartirla, la gente debe caminar varias cuadras hasta hallar uno de esos camiones y si el chofer no para lo más probable es que luego se enfrente a un radical bloqueo de vecinos con baldes y bidones.

María Luisa Vargas es una anciana que debe recorrer cinco cuadras cargando baldes con agua, pero dice que ya no tiene fuerzas para hacerlo. Por eso pretende imponer en casa un sistema de consumo controlado casi gota a gota, pero admite que le resulta complicado porque con ella viven 16 personas.

"Estamos cocinando un solo plato al día, puede ser una sopa o un segundo. Ponemos los recipientes para juntar agua de lluvia, pero ya ni llueve", dice mientras acaricia a su nieto que ha dejado de ir a la escuela porque las clases en la zona se han suspendido por falta de agua en la escuela para los baños.

En las filas que se arman en las esquinas, la mayoría son mujeres y, entre ellas, predominan las ancianas, pues el resto de la familia cumple otras obligaciones.

Problemas de salud

Los problemas por cargar baldes y bidones de 20 litros han comenzado. Valentina Ustinov dice que después de cinco días haciendo lo mismo siente "problemas en la columna" y por eso pide que el camión cisterna pare cada dos cuadras, algo que por ahora es difícil de cumplir porque los pocos camiones que usa el municipio se detienen cada veinte cuadras o más.

Cuando consiguió agua, Valentina la usó para los baños y para sus plantas porque dice que las demás necesidades las irá cubriendo poco a poco.

A la hora de salir a trabajar, los vecinos afectados llevan, además de la cartera y el maletín, un bidón o botellas desechables para retornar con agua de la oficina o de la casa de algún amigo.

Ese es el caso de Mirtha Urioste. La última vez que fue a la escuela a dar clases, regresó con dos botellas de agua para garantizar el desayuno. "Mi casa está maloliente porque no hay agua para los baños, como me ve, yo estoy desaseada. Estamos pasando un desastre en nuestros hogares", dice esta maestra.

Algunos paceños afectados optaron por ducharse en la casa de familiares o amigos y no faltan aquellos que ya piensan en mudarse a un barrio que sí tenga agua.

Ana Quiroga, vecina del barrio de Chasquipampa tuvo suerte este jueves porque llenó sus vasijas con agua de la cisterna, luego de bloquear la calle donde estaba.

En su caso, la situación es peor porque las desgracias nunca vienen solas: dos de sus hermanos perdieron su hogar en el deslizamiento y ahora están hospedados en la suya. Su casa, que tenía tres ocupantes, ahora cuenta con ocho. En esa casa, los dramas del alud que enterró centenares de viviendas y el de la falta de agua se hacen uno solo.

Fuente: BBC