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El año de los bosques

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Carlos de Hita

El 2011 ha sido declarado por las Naciones Unidas Año Internacional de los Bosques. Como los años internacionales pasados, como los que están por venir, probablemente éste tampoco sirva para gran cosa. Sin ir más lejos, 2010 fue el de la Biodiversidad y, por lo que parece, las especies supervivientes sobre la faz de la Tierra somos ya algunas menos. Pero por nosotros que no quede.

Empezamos, pues, enero escuchando la banda sonora original de este año forestal en un breve recorrido sonoro a la sombra de algunas de las arboledas del planeta.s

Oímos en primer lugar los bosques de cedros de las laderas del Himalaya, en la India, bosques donde habitan los monos langures y los pavos reales.

En las montañas de Jiu Zhai Go, en la provincia china de Sichuán, a tres mil metros de altitud, las chicharras atruenan en las masas forestales mixtas y apenas dejan que sobresalgan los gemidos y chasquidos de las últimas tropas de monos dorados.

En las selvas tropicales todo suena, hasta el proceso acelerado de generación y descomposición. En el Camerún, en el corazón de las tinieblas, un árbol minado por los insectos cae con estrépito. Al oscurecer los gritos de los damanes arbóreos esparcen una sensación de inquietud. La llamada del cucal, un prolongado descenso sonoro, parece cargada de sombras.

Las savanas africanas, por el contrario, son bosques abiertos, luminosos, de acacias espinosas, donde todo sucede en la distancia. Pasa una manada de elefantes, y sus gruñidos son tan graves que parecen emerger del fondo de la tierra. Gritan las gallinas de Guinea y arrullan las tórtolas plañideras, la voz de África.

De nuevo en la espesura, bajo la bóveda de otro infierno verde, el Amazonas, gritan más que aúllan los monos aulladores y colgado con la cabeza hacia abajo, canta, original como él solo, un yapoazú.

El paseo por las umbrías termina en arboledas más amables, más próximas y familiares: nuestros pinares serranos donde practican la percusión los picos picapinos; los hayedos cantábricos de los zorzales y el tintineo de las vacas; las dehesas abiertas, territorios de grullas en montanera; y los enmarañados sotos de las riberas, bosques estirados, lineales, incapaces de alejarse de los ríos en que hunden sus raíces.

Tenemos todo un año por delante para evitar que ninguno de estos bosques retroceda ni un metro de terreno.

Fuente: el mundo.es