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Aguas de Peñitas no dan tregua al Edén

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JOSÉ LUIS RUIZ / El Universal

Parece una zona de guerra, con casas inundadas, algunas demolidas y otras abandonadas. En sus alrededores, cientos de costales rellenos de arena para formar una muralla.

Bajo ese panorama desolador, cientos de familias toman sus pertenencias, lo más valioso, lo más indispensable, para iniciar el éxodo hacia otras áreas más seguras, alejadas de las aguas de los ríos Carrizal, Samaria, Medellín y Grijalva, que comienzan a inundarlo todo, desde barrios ricos y pobres hasta rancherías.

Pero hay miles de familias que se resisten a dejar sus casas. Aunque éstas ya están invadidas por las aguas, temen dejar lo suyo, el tesoro que es su hogar.

Desde hace una semana la orden llegó del gobierno estatal. Exige que cientos de familias que habitan en los márgenes de los afluentes que cruzan el municipio de Centro, al que pertenece Villahermosa, dejen sus casas y tomen las propiedades que se les otorgó como parte de un plan emergente de vivienda. Los habitantes de éste y otros municipios resienten el embate furioso del desfogue de la presa Peñitas, ubicada en el municipio chiapaneco de Ostuacán, a 150 kilómetros de la capital tabasqueña.

Los cuartos que entrega el gobierno del estado apenas son de tres metros cuadrados en los que deberán acomodarse familias hasta de cinco miembros. Casi un reto vivir en ellos, sin sentir los estragos de una asfixia que provoca el intenso calor que golpea al estado y que llega a superar los 36 grados.

“¡O te vas o te vas!”, le dijeron a mi padre, relata Nidia González mientras echa a su camioneta media docena de gallinas que permanecían en los patios de la casa casi en ruinas en el margen del río Medellín. Cuenta que su padre don Narciso, de 64 años, se puso a llorar cuando tuvo que acatar la orden de desalojar.

En Villahermosa ya se levantó un dique de más de 50 kilómetros de longitud que serpentea persiguiendo la ruta que sigue el río Carrizal y algunos de sus arroyos. Hay zonas donde éste parece una muralla larga y gigante que supera los tres metros de altura.

“Tenemos que prepararnos para que no nos suceda lo que en 2007, cuando los ríos Carrizal y Grijalva cubrieron con sus aguas casi toda Villahermosa”, advierte Rigo Pérez Valencia, empleado del sistema de aguas y quien monitorea desde su puesto de vigilancia la creciente del Carrizal, que ya infiltra los diques construidos por la población.

Son ya ejércitos de habitantes de la capital tabasqueña que trabajan en una coordinación espontánea para seguir construyendo, reforzando y elevando una gran muralla blanca con la que intentan enfrentar la crecida de los ríos que pasan por el lugar. Peñitas no da tregua, sigue liberando 2 mil metros cúbicos de agua por segundo, alimentando desde Chiapas los afluentes que llegan hasta “la ciudad del edén”. Quien sí ha dado tregua es el tiempo, dejó de llover prácticamente en el sureste, aunque los embates de los escurrimientos se concentran hoy en el sur del estado de Veracruz. En Minatitlán crece la emergencia y la exigencia de ayuda para sus miles de pobladores que están sin hogar.

Fuente: El Universal