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Cambio Climático Debemos adaptar la infraestructura hidráulica a la naturaleza del agua, no al revés

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Las soluciones de ingeniería basadas en la naturaleza se alzan como más resistentes y capaces de aguantar los imparables impactos del cambio climático, justo lo que necesitamos para sobrevivir a las sequías e inundaciones cada vez más frecuentes y graves que se avecinan.

En el mundo del agua, 2021 fue otro año más para los libros de récords. Partes de Europa occidental sufrieron inundaciones mortales que provocaron una subida de los ríos a niveles nunca vistos antes en los últimos 500 años o 1.000 años.

Otras devastadoras inundaciones también afectaron al centro de China, desplazando a más de un cuarto de millón de personas de sus hogares. Mientras tanto, una gran franja del suroeste de Estados Unidos permaneció sumida en una enorme sequía, en el que fue el segundo período de 20 años más seco en los últimos 1.200 años.

Cabría pensar que la impresionante ingeniería hidráulica instalada durante el último siglo protegería a la sociedad de tales eventos catastróficos. A nivel mundial, unos 60.000 grandes embalses capturan y almacenan agua, lo que permite a los ingenieros abrir y cerrar los ríos como si fueran sistemas de fontanería. Cada año, las ciudades del mundo recogen en su conjunto el equivalente a 10 ríos Colorado a través de vastas redes de tuberías y canales. Y miles de kilómetros de diques artificiales protegen a las ciudades y granjas de las inundaciones de los ríos.

En muchos sentidos, es difícil imaginar nuestro mundo de casi 8.000 millones de personas y 75.000 millones de euros en bienes y servicios anuales sin esta ingeniería hidráulica. El Cairo (Egipto), Phoenix (EE. UU.) y otras grandes ciudades desérticas nunca hubieran podido crecer hasta alcanzar su tamaño actual. El soleado Valle Central de California (EE. UU.) no se habría convertido en el productor tan abundante de verduras, frutas y nueces.

Sin embargo, cuando se trata de agua, el pasado ya no es un buen modelo para el futuro. El calentamiento del planeta está alterando fundamentalmente el ciclo del agua y la mayor parte del mundo no está preparado para las consecuencias.

Una de las llamadas de atención más alarmantes se produjo en 2018, cuando Ciudad del Cabo (Sudáfrica), casi se vio obligada a cortar el agua potable a sus cerca de cuatro millones de habitantes. Tres años consecutivos de sequía habían secado sus embalses. Las autoridades municipales comenzaron a anunciar públicamente el "Día Cero", la fecha en la que el agua ya no fluiría hacia los grifos de las casas.

Por muy tentador que sea, la solución no consiste en doblegar aún más la naturaleza a nuestra voluntad mediante la construcción de versiones más grandes, más altas y más largas de infraestructura de ingeniería hidráulica.

Las medidas de conservación ayudaron a Ciudad del Cabo a posponer el Día Cero y, afortunadamente, las lluvias regresaron. Pero ninguna ciudad quiere depender de la suerte para salvarse del desastre. Más tarde, los científicos determinaron que el cambio climático había hecho que la sequía extrema de Ciudad del Cabo fuera entre cinco y seis veces más probable.

Las sequías, las inundaciones y otros desastres relacionados con el cambio climático tienen un alto precio. En 2017, tres grandes huracanes en EE. UU. fueron la causa principal de un récord de 270.626 millones de euros en daños, más de seis veces la media anual desde 1980. Si bien parece algo atípico, los científicos del clima esperan que los costes anuales de desastres de esa magnitud sean comunes a finales de siglo.

Fuente: https://www.technologyreview.es/